martes, 15 de julio de 2014

¿QUÉ SIGNIFICA INTELIGENCIA EMOCIONAL?



Tradicionalmente se ha considerado a la razón como el único recurso válido para tomar decisiones en el ser humano, y contrariamente, a las emociones como peligrosas o inadaptadas para el mismo. Y cuando decimos tradicionalmente, hablamos incluso de cientos de años, en los que la psicología por supuesto no ha sido una excepción a esta creencia.


¿Quién no ha oído hablar de la eterna batalla entre amor y razón? ¿Ser o no ser?




No obstante, nada más lejos de la realidad. Gracias a que la ciencia evoluciona y especialmente a que nuestro conocimiento va adaptándose a esta evolución, hoy día se considera que las emociones juegan un papel tan importante o más, que la razón lógica. De este modo el término "Inteligencia Emocional" retumba hoy por las redes con mucha intensidad mientras que la razón está casi olvidada... 


Pero, ¿Qué entendemos por Inteligencia Emocional? 


Permitidme una ligera introducción, necesaria, para enmarcar en un contexto este nuevo concepto que está tan de moda, así como su definición.


Tal como hemos comentado, históricamente se ha considerado la razón como el recurso sólido y fiable que posee el ser humano para sobrevivir de manera eficaz, que además lo distingue de los animales, y que de hecho le ha permitido el puesto que ostenta en el reino animal. Sin embargo, si bien siendo esto cierto, se han dejado de lado las emociones más "animales" y/o instintivas, o no racionales, que como veremos a continuación, tienen un importantísimo papel en la supervivencia de las personas.


En general, son dos los acontecimientos o momentos clave que permiten a esta creencia dar un giro de 180º, por un lado la Teoría de la Evolución de las Especies de Charles Darwin, y por otro, los avances en neuroimagen (TAC, Resonancia, etc.) que han permitido las nuevas tecnologías.


Muy a grosso modo, Charles Darwin vino a demostrar con su trabajo, que todas las especies hemos evolucionado para adaptarnos a nuestro entorno, mientras que las técnicas de neuroimagen han permitido, además de verificar esta y otras teorías, delimitar cómo, cuándo y dónde suceden estas adaptaciones.


Esto significa, que está fehacientemente demostrado que todos los componentes de nuestra morfología cumplen una función con respecto al entorno que nos rodea. Así, por ejemplo, la voz cumple la función de comunicación con los demás, los ojos permiten la visión de alimentos, peligros, etc., y en el caso de las emociones, el miedo por ejemplo cumple la función de alertar sobre un peligro. 


Si nos fijamos en ésta emoción, su desagradabilidad facilita que huyamos, de lo contrario nos acercaríamos al estímulo que ha provocado la emoción (como un león por ejemplo), su activación corporal (aumento oxígeno, tasa cardíaca, etc) facilita los recursos necesarios para huir rápida y eficazmente, y su expresión facial  además alerta a las demás personas sobre un peligro. Como vemos, todo se aprovecha, todo cumple una función. Pero...


Llegados a este punto, cabría preguntarse: ¿hasta qué punto la razón vela por la supervivencia del individuo? ¿hasta qué punto son las emociones las que velan por la supervivencia del individuo?


La respuesta es: complementariedad. Ambas velan pero de maneras diferentes, aunque complementarias.


Es evidente a cualquier persona, que la lógica y la razón permiten resolver dilemas que las emociones (alegría, miedo, tristeza, etc.) no permiten. Pero también, que su proceso de análisis de problemas y variables influyentes es más lento y costoso que por ejemplo esta emoción de miedo que se activa en cuestión de segundos.


Durante mucho tiempo se usaron, y se usan, los test de Inteligencia o Coeficiente Intelectual para medir esta razón, e incluso se emplea como recurso para facilitar servicios o prestaciones especiales a personas que tienen dificultades a este respecto.


Sin embargo, hay muchas personas con un Coeficiente Intelectual bajo que consiguen vivir de manera independiente y sobrevivir, siendo este el fin común de todos nosotros, por lo que este índice no es del todo fiable ni válido para establecer qué persona actuará de manera adaptativa ante un peligro, sobrevivirá, o logrará ser independiente, y se hace necesario adoptar otra postura, que además proporcione herramientas para que estas y muchas otras personas tengan una mejor calidad de vida y más saludable en su supervivencia.


Es en estos contextos donde nace el concepto de Inteligencia Emocional a manos de Daniel Goleman.


No es que la Inteligencia Emocional sustituya el Coeficiente Intelectual, ni tampoco que las emociones se hayan mostrado más útiles que la razón. Esto no es una batalla de quién pierde o quien gana. Estamos hablando de una cuestión de complementariedad puesto que, como ya vislumbrara Charles Darwin, absolutamente todo en nosotros cumple una función, y las emociones no iban a ser menos.


Así, una persona es inteligente emocional, cuando reconoce sus emociones (miedo, tristeza, ira, etc.), las identifica como una u otra, y las gestiona eficazmente acorde con sus metas u objetivos. Por ejemplo cuando siente tristeza, la reconoce y hace algo para cambiarla a una alegría o para que no se convierta en un estado irreversible, o cuando siente que para hablar con alguien en concreto sería más óptimo emplear un estado de ánimo alegre (entrevista de trabajo) o un estado de ánimo ansioso (para centrarse en los exámenes). 

 


De esta forma estas personas, al gestionar eficientemente sus emociones, canalizándolas hacia sus objetivos, sean estos del tipo que sean, adquieren más probabilidades de lograrlos que las personas a quienes las emociones les juegan malas pasadas (ojo que no decimos que ni unas ni otras dejen de usar la razón, ni la lógica, etc.). De esta manera, si el fin último es la supervivencia, finalmente, sería más Inteligente en general, quien consigue sobrevivir que quien lo no lo consigue, evidentemente.


No obstante, quisiera aclarar, que nadie nace emocionalmente listo o emocionalmente tonto, si es que existe la tontería. La inteligencia emocional se puede entrenar y de hecho se entrena con experiencias y juegos mucho más habituales de lo que creemos (juegos de mesa, de ordenador, relaciones con otros, etc), y está al alcance psicológico de cualquier persona prácticamente. No se nace con las emociones intactas, y éstas no permanecen inalteradas durante nuestra vida, sino que se construyen, nutren y enriquecen con las experiencias propias, nuestros aprendizajes y vivencias y también los de otros. Es decir, nuestra razón aprende y nuestras emociones también. Y nuevamente, cuánto más entrenamiento en identificación y gestión de emociones, mejores nuestros resultados en las relaciones con otros, en nuestro alcance de objetivos, y en general en la vida.


Un ejemplo de ello puede ser un bebé que sonríe para conseguir algo o un político que se muestra serio en un funeral público puesto que sonreír sería su perdición profesional.


En conclusión, el concepto de Inteligencia Emocional surge para dar respuesta a nuevo análisis del comportamiento humano, para ponerle nombre a una necesidad que tiene la sociedad. Alerta sobre variables que son objeto de evaluación e intervención, ya no sólo para la supervivencia del ser humano, sino también para mejorar su calidad de vida. 


Variables que han de ser educadas, entrenadas y en definitiva aprovechadas. Del mismo que se entrena la lógica y el razonamiento en las instituciones, también han de entrenarse las emociones, sentimientos y formas de relacionarse de las personas.


Estamos por tanto frente a un potente producto y herramienta cultural que permitirá a la sociedad la mejora de su calidad de vida, la integración de personas con dificultades, una posición más destacada a los sentimientos humanos, y un largo etc. Que redundará finalmente, como ya predijera Darwin, en una nueva adaptación fructífera de nuestra sociedad.

Patricia Merino López

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