lunes, 25 de agosto de 2014

BASES CIENTÍFICAS DE LA SUPERSTICIÓN




En 1948 un reconocido psicólogo estadounidense, B. F. Skinner, llevaría a cabo un experimento que marcaría un hito en la historia del aprendizaje.

Skinner se encontraba estudiando los efectos del reforzamiento sobre la conducta humana con animales, esto es, experimentando con  premios, castigos y similares, los efectos que estos reforzadores podrían tener sobre el comportamiento.

Lo habitual en estos experimentos en que un animal reciba comida una vez que presiona una palanca o resuelve un puzzle, o al contrario, reciba un estímulo aversivo (pero completamente inofensivo) al realizar la conducta. Sin embargo, en este experimento, Skinner decidió no comprobar ningún tipo de conducta o acción en el animal; simplemente, se limitó a observar.

Para ello, introdujo un gran número de palomas en cámaras independientes en las cuales una pequeña porción de alimento era proporcionada automáticamente cada 15 segundos independientemente de lo que el animal hiciese. Es decir, no era necesario presionar ninguna palanca o botón, las palomas tendrían en su comedero su pequeña porción de comida cada quince segundos. Lo que en la investigación denominamos un reforzamiento de intervalo fijo. 

La sorpresa de Skinner se dio cuando observó que cada paloma llevaba a cabo una especie de ritual particular antes de aproximarse al comedero para comer. Una de ellas saltaba a la pata coja antes de comer, otra daba 3 vueltas sobre ella misma, y así en muchas de ellas. Era como si cada paloma hubiera diseñado su propio ritual para atraer la comida!!

En efecto, estas palomas habían asociado y/o condicionado erróneamente una acción que estaban ejecutando al azar con el hecho de recibir comida, por lo que finalmente habían emparejado dos sucesos que en realidad no tenían nada que ver el uno con el otro, pues ni sus acciones predecían la comida, ni la comida era precedida por sus acciones. Es el efecto que Skinner denominó a partir de este experimento (y de muchos más que lo replicaron) como "conducta supersticiosa", y que conocemos habitualmente como superstición.

Nuestra mente está diseñada para ser lo más eficaz y eficiente posible de acuerdo con las demandas del ambiente, pero no por ello deja de ser susceptible de errores, aunque sean mínimos. El hecho de asociar dos acontecimientos puede asegurarnos la supervivencia, como es el caso del fuego y el daño, sin embargo en contadas ocasiones este mecanismo de aprendizaje nos puede gastar una ilusoria jugada.

Sin embargo, no está demás tener confianza en un amuleto o tener una creencia supersticiosa determinada, pues si tenemos la expectativa de que ese talismán o esa acción nos beneficiarán, sin duda lo harán en alguna medida. No obstante, siempre es recomendable conocer y tener en cuenta los límites de estos últimos así como las bases que los sustentan, para evitar, llegado el caso, que estas supersticiones se tornen de lo más irracional e incómodas.

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