Según un reciente estudio
realizado en Israel por el Departamento de Neurobiología de la Universidad de
Haifa, nuestro cerebro codifica el tiempo y el lugar de la memoria gustativa,
es decir, es capaz de relacionar el espacio y el momento con una experiencia
concreta de sabor.
Para llegar a esta conclusión, estos científicos llevaron a cabo un riguroso experimento con ratones en el que examinaron la relación entre el área gustativa del cerebro, amígdala y córtex prefrontal, y las 3 zonas del hipocampo relacionadas con el espacio-tiempo: el área del hipocampo encargada de procesar el espacio, el área del hipocampo encargada de procesar la relación de tiempo entre dos sucesos y por último un tercer área que trabaja completando lo obtenido con información adicional propia.
El experimento consistió en
exponer a dos grupos de ratones, uno completamente normal y otro modificado
genéticamente para no poder establecer recuerdos (grupo control), a sabores
apetitivos por un lado, y aversivos por otro que ocasionaban un ligero dolor de
estómago.
Los resultados mostraron que
cuando a los ratones se les exponía a un sabor completamente nuevo, pero no
tóxico ni aversivo, no existía ninguna diferencia entre los grupos. Sin
embargo, cuando la exposición se daba empleando sabores aversivos, en los
ratones del grupo no control se producía activación en las 3 áreas antes
mencionadas del hipocampo.
Esto es, cuando el cerebro se
expone a un nuevo sabor, pero positivo, actúa con normalidad, sin embargo,
cuando se expone a un nuevo sabor en este caso aversivo, nuestro cerebro codifica
el momento y espacio donde ha tenido lugar esta nueva experiencia,
memorizándolo, con lo que "la importancia de esto radica en que en el
momento en que regresamos al mismo lugar en el que experimentamos el sabor
asociado con una mala sensación, inconscientemente la memoria negativa será mucho más fuerte que si
llegamos a probar el mismo sabor en un lugar totalmente diferente
" según afirma Kobin Rosenblum, director de la investigación.
Se puede concluir por tanto, que
existe una relación de memoria en espacio y tiempo relacionada con la
experiencia gustativa aversiva, de manera que, una vez más, nuestra amígdala y nuestro
córtex prefrontal están alerta de codificar un mayor variedad de datos
relacionados con una experiencia negativa para preservar nuestra supervivencia
frente a las posibles amenazas del entorno, como es el caso de un alimento
potencialmente tóxico.
Patricia Merino López
Fuente: The journal of
Neuroscience www.jneurosci.org
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