Como cada año ya está un poquito
más cerca Halloween, esa tradición anglosajona que poco a poco se va afincando
en nuestro país, y que dicho sea de paso, nos encanta.
Y es que algo tiene el miedo que
nos atrae, que nos encandila con su misticismo, con sus misterios ocultos, sus
criaturas del más allá, la premisa de lo desconocido...
No obstante cabe preguntarse si
este miedo que los adultos sabemos emplear de forma divertida está siendo
igualmente jocoso y sano para los auténticos protagonistas de Halloween: los
niños.
En efecto así es.
El miedo en primer lugar, en este
caso a las brujas o a los fantasmas, es un miedo adquirido, es decir, que el
niño lo ha integrado a su conocimiento a través del aprendizaje
sociocultural. Esto hace que estos miedos sean susceptibles de reaprenderse nuevamente y en
positivo, además especialmente a través de este mismo medio sociocultural, (tal y como
lo hacen los adultos en etapas posteriores) de forma que no supongan un trauma
mayor al exponerse a ellos siempre que esta exposición se haga de manera
contenida.
En segundo lugar, el miedo está
muy relacionado, tal y como comentábamos al principio, con la incertidumbre, el
no saber qué podría pasar, lo desconocido, etc. Esto significa que cuanto más
desconocido e impredecible fuese un fantasma o un zombie, mayor miedo
o aversión generaríamos. De este modo, un día específico como es el 31 de Octubre, que no
se presta a la incertidumbre a través del conocimiento de las costumbres o actos
preparados para ese día, y que evita el desconocimiento o sucesos impredecibles
para los más pequeños, lejos de generar más miedo o traumatizarles, estaría
permitiéndoles un reaprendizaje en positivo de que sus miedos tienen un día y
una fecha concreta de aparición y de que incluso, estos actos son divertidos
para los demás niños y adultos (que finalmente serán el ejemplo a seguir del
niño).
En definitiva, se podría afirmar
que el día de Halloween es totalmente inofensivo, e incluso se torna saludable
tanto para adultos como para niños: Por un lado es la oportunidad de
realizar un reaprendizaje positivo sobre sus miedos, y este aprendizaje llevaría asociado por otro lado un día, unas costumbres y una diversión extra, muy
específicos de una fecha concreta, que no les sorprenderá negativamente, sino
todo lo contrario, lo esperarán con gran ilusión.
Es por ello, que desde el punto
de vista psicológico, además de ser (siempre con moderación y tacto) una buena
manera de trabajar algunos miedos sobre brujas, fantasmas y hombres del saco en los más pequeños,
es también una forma muy original de enseñar a nuestros hijos una manera cómica de
afrontar sus miedos, que les servirá con total seguridad en la edad adulta para
ganar autocontrol y confianza en sí mismos.
Así que ya sabéis, si no váis a
celebrar Halloween, que no sea porque vuestros miedos os estén chupando la
sangre :-[
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